Tormenta de verano

Venimos de tierras extrañas viajando sin rumbo:
algunos lo llaman oeste,
otros prefieren que el nombre se mantenga en silencio
para conservar su encanto.
Surgimos del calor porque el frío estaba demasiado afilado
cómo para correr por encima de él,
así que nos mantuvimos en secreto, al acecho,
esperando el momento de salir
junto al viento de una brisa de verano
augurando tormenta.

El oeste es un crepúsculo
-o un amanecer? Nunca encontramos la diferencia-
y sus transeúntes los pájaros que vuelan oscuros a través del cielo
pero que quedan ciegos de luz;
mejor era crear nubes grises,
es mas excitante que oír pájaros quemándose
junto a botellas de vodka barato de buena etiqueta
en un local de moda de Barcelona,
con aquel chirriante sonido de sonrisas lloronas y excesos sin sentido.

Esa tormenta aparece cuando uno menos se lo espera.
Un huracán volando cristales en nuestras mentes
y bebiendo los sueños de todos
entre los últimos truenos de la noche
y las primeras gotas de una lluvia sorprendente
que nadie había predicho,
alcohol caro de etiqueta barata
y excesos que podían tener formas basadas en Miró
o secretos revelados en los baños prohibidos de entrada libre
en un caluroso desierto sin sol.

Noches o días o tardes en que el viento
tenía forma de cafés,
en reuniones conocidas por traficar ideas
que aún consumimos en rayas de palabras sobre la mesa
para que la primera nube que apareciese se las llevara
y empezara el desastre;
un hermoso desastre.

Preferiblemente queríamos esperar a que todo terminara,
era mas divertido mirar la tierra embadurnada
de agua y tierra revuelta y viento,
mucho viento
que se disipaba cuando la mañana entraba por las ventanas del oeste,
para descubrir al levantarnos que el verano había dejado una estela formidable de luces por todo el horizonte azul;
y los barcos volvían a puerto para saludarnos
con lo que quedó de la noche anterior,
y de la tarde siguiente,
para saber que aquello no era un sueño,
realmente lo habíamos hecho,
todo era real. 


Aquella tormenta de verano
 a la que tanto nos aferramos
no éramos sino nosotros

viviendo.

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